domingo, 23 de agosto de 2009

La Dignidad es princnipio fundamental de vida. (I)

Flores silvestres. Foto José M Perozo P, 2006

El reconocimiento de respeto, aprecio y consideración que le dispensen a Usted, sin importar su posición social, raza, religión, profesión o cualquier otro signo de distinción social se denomina Dignidad.

La Dignidad es el sistema de valores que forjados durante el desarrollo del Ser desde sus edades tempranas de su vida. Se perfilan en el seno de la familia y se refuerzan desde ella con ayuda de la escuela, la religión, el deporte, la recreación y demás actividades de relacionamiento social que vamos desarrollando a lo largo de la vida.

Ser digno significa pensar en el bienestar propio y ajeno, sentir en uno mismo lo que son las necesidades y cómo ellas afectan nuestra vida. Sentir la necesidad ajena como la propia es parte de nuestra dignidad y el respeto que debemos a nuestros semejantes.

La dignidad humana nos obliga a todos a tener un claro concepto de la racionalidad que implica el Ser para poner en práctica valores como la bondad, la humildad, la paciencia y la armonía con la sociedad y el hábitat. En tal sentido, el escritor madrileño José Ortega y Gasset (1883-1955) establece que la Dignidad debe ser explicada por su valor subjetivo e insustituible que corresponde por la máxima condición de Ser Humano, racional, pensante y único, que jamás será “dado” por gobiernos o terceros o quienes intenten disminuir la naturaleza de la humanidad.

Es importante acotar que los valores se refuerzan o debitan continuamente. No basta “sembrar valores” en nuestros hijos pequeños, es que desde pequeño debemos mantener un continuo aprendizaje en valores para reforzar y mantener con Dignidad nuestra forma de pensar y actuar.

En todo caso, para educar bien hemos de acercar a nuestros niñas y niños y, más aun, acercarnos nosotros, a la comprensión valorativa que asignamos a los aspectos relativos de la raza, la religión, el gobierno, en fin la sociedad en general, en nuestro sistema valorativo y como lo inculcamos a nuestros hijos. No es suficiente la educación en valores, es preciso construir aprendizajes, capacidades, conocimientos y actitudes en nosotros y en el resto de nuestra familia.

Es fundamental fomentar en la familia, la escuela, en el centro deportivo o cultural el sentido del respeto de la dignidad personal de cada uno, sino también con el verdadero amor, como solicitud sincera y servicio desinteresado a los demás, especialmente a los más pobres y necesitados.

La dignidad es un valor singular que fácilmente puede reconocerse. Lo podemos descubrir en nosotros o podemos verlo en los demás. Pero ni podemos otorgarlo ni está en nuestra mano retirárselo a alguien.


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