Autor: José M Perozo Piña
Crecer
en sí mismo, para ser responsable con nuestros semejantes II
Así
de sencillo iniciamos esta reflexión en tanto que orienta la conversa o la
lectura en su caso, digo que está leyendo, por lo que constituye el crecer en sí
mismo. No lo vemos como el simple ejercicio de acular libros y horas de lectura
de filosofías y cultismos. O la practica incesante del modismo de moda que le
vincule con el astral.
Crecer
en sí mismo es el acto sencillo de acobijar, proteger, orientar en la práctica
diaria de las virtudes al ser más próximo a Usted, que no es otro que Usted
mismo. Nada más alejado del individualismo o del inter subjetivismo, la orientación
de estas reflexiones.
Crecer
conlleva el hermoso gesto de dejar todos los días, las capas de amargura,
fracasos, errores o inseguridades que en el transcurso de lo cotidiano pudimos
tomar del entorno en el cual nos movemos diariamente.
Diariamente
estamos probando nuestras virtudes y capacidades, dadas por la Gracia de Dios
para que las protejamos, acobijemos, las hagamos fuertes y rozagantes de vitalidad.
¿Cómo lo hacemos? Dejando de lado el pesimismo de la facilidad. Llevamos con orgullo la amargura, el ser víctima,
la incomprensión, el castigo, la duda, el pecado original.
Que
cosa seria es la expresión “yo soy así y no puedo cambiar”. Esa expresión se la
achacamos a la baja autoestima y problema resuelto. Es así de sencilla la vida,
caramba creo que no. Qué fácil es mantener la autoestima baja. Ese es el común denominador.
Nos llenamos de duda hasta en los sueños, para que el despertar sea de
esperanza no en nosotros, sino en la suerte que pueda darnos el destino,
incontrolable, externo, ajeno.
Suertudo destino que nos tiene
acoquinado
nuestra inseguridad con su incertidumbre
Lo
crecer en sí mismo, es comprender la dimensión de lo humano, para asumir con
humildad que aun con equivocaciones u errores, está la posibilidad de construir
con Fe, las enmiendas que sean necesarias reconstruir.
El
alma, esa condición inmanente, la ves todos los días reflejada en tu rostro, no
por lo que te dicen, sino por lo que tú deseas que digan de ella. Un momento,
estamos conspirando todos los días contra nosotros mismos, golpeando desde
todos lados con nuestra fuerza interior. Es así, esa la idea central.
Pero
valga el comentario de los mayores que puedan continuar diciendo, “¿Cómo voy a
cambiar?” o “¿Ya para que voy a crecer? yo soy así”. Si es fácil, pero mire a
su entorno, no solo se expresa verbalmente afirmaciones como “no sirvo para
nada, soy un fracaso, nadie reconoce lo que hago o tengo la autoestima baja”
Nos llenamos de culpa, que terminamos lamentándonos frente a nuestros hijos.
Los
llenamos de lamentos, errores, quejas, gritos, que terminamos llenándolos de
culpa.
Los hijos
se llenan de culpas ese convierten en personalidades impotentes de cambiar a
situaciones, de luchar contra la adversidad. De ser creativos y sanos en su relación
con el entorno.
En la
mayoría delos casos, son ellos, los hijos, los que reciben la energía de la
culpa, el reproche, la amargura. ¿Cómo?, ellos son nuestros terapeutas. Ellos
reciben todo al andamiaje de problemas que podamos arrastrar como padres,
porque simplemente nosotros, como mayores, somos un ejemplo, una luz o un cataclismo
frente a la vida que se les viene encima.
En
la generalidad de los casos, nos encontramos, con el adulto, lleno de
cataclismos, pesadumbre y baja autoestima.
Dejemos
de golpearnos a nosotros mismos, porque cada golpe de un adulto que se da así mismo,
lamentablemente repercute en su entorno. No obstante, no es así cuando creces,
cuando logras reconfortarte contigo mismo. El impacto en tu entrono es menor, y
en ocasiones pasa casi desapercibido.
Ya
que el acto de crecer, de ser mejores cada día es un acto de responsabilidad no
solo contigo mismo, sino con tus semejantes.
Las imágenes son del autor del blog, de la serie Textura, 2013
1 comentario:
Excelente articulo, deja una grata impresión acerca del autor del blog.
Cristina, Nicaragua
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